"Volver a vivir

después   de  Auschwitz" 

Tu te vas y yo moriré... - pasaje

El profesor Banosh ahondó más aún mi gusto por la música y eso fue un gran eslabón en una nueva etapa de mi existencia.

Nuevos afectos florecieron en mi vida.

...

En el sanatorio albergue había toda clase de gente de diversas nacionalidades.  La mayoría gustaba hablar de política y por eso se creían muy inteligentes; cada uno pensaba saber más que los demás y no ignorar nada.  Para discutir con ellos se necesitaba ser muy hábil, aunque también había otra clase de gente: muchachos que se imaginaban ser astros de cine, y algunas chicas que se creían estrellas, tenían una arrogancia indescriptible.

Esas personas se imaginaban las más perfectas de la creación.  Todos ellos buscaban diversiones, preferían no acordarse del pasado, quizás para recuperar la adolescencia que les fue arrebatada sin razón; querían vivir el presente.  Así era la mayoría, especialmente los muchachos; salían con una chica hoy y mañana con otra, y así se divertían.

Otros eran arrogantes, tal vez porque sus familiares del extranjero les enviaban paquetes con ropa nueva y moderna y eso los hacía sentirse más seguros de sí mismos.  Pero muchos parecían pobres, usaban ropa que les daban los comités de beneficencia y se consideraban los seres más pequeños del mundo. Sin embargo a pesar de que yo usaba ropa humilde, no por eso me sentía menos que otros con su vestimenta extravagante.

Entre un grupo de los creídos o arrogantes se encontraba un muchacho llamado Dany, a quien casi no conocía.  Cuando una chica salía con él se consideraba la más dichosa del mundo.  Tenía muy buena presencia y mucha personalidad, pero a mí me parecía un fanfarrón.  Era amigo íntimo de Ari, el muchacho que cantaba en el coro del profesor Banosh y que siempre buscaba mi compañía; compartían el mismo cuarto.  Probablemente entre ellos se contaban hasta lo más mínimo y tal vez ventilaban todo lo que ocurría en el sanatorio albergue Kneippianum.

Un día fuimos con un grupo al cine; mientras aguardábamos en el vestíbulo el comienzo de la película, Dany nos miraba a Ari y a mí.  Al darme vuelta pude observar que Ari, a quien siempre le gustaba conversar conmigo, le hizo una seña como diciendo: "Ésta es la chica de la cual te hablé", o por lo menos así me pareció. Nina también se dio cuenta de ello. Ari siempre me demostraba el cariño que me tenía.

Al salir del cine, Dany se acercó nuevamente a nosotros y quiso entablar conversación conmigo, pero le molestó que yo no le diera importancia, nada menos que a él.

Durante mucho tiempo, Dany buscó hablarme, pero yo lo esquivaba.  Buscaba cualquier pretexto para hablarme. Por ejemplo, cuando yo terminaba de comer, él lo hacía en seguida para también pararse y poder cruzarse en mi camino.  No me agradaban los muchachos como Dany; además estaba ocupada con los ensayos de canto que dirigía el profesor Banosh en nuestro albergue.

En una ocasión los dirigentes del sanatorio Kneippianum nos hicieron saber que quien quisiera estudiar algún curso lo podía hacer sin costo alguno, pues nadie manejaba dinero.  En el hospital-albergue nos vigilaban médicos especialistas, aunque también era nuestro hogar, en Alemania hubo muchos de esos "hogares" en los que uno podía quedarse tranquilamente hasta obtener el alta de los médicos porque después cada quien tenía que buscar un sitio donde alojarse.

Aprovechando el ofrecimiento para estudiar diferentes materias o un oficio, me inscribí para estudiar piano, mi prima eligió dibujo.  Un profesor llamado Müller sería mi maestro.  Obtuve permiso para ensayar en el salón del comedor donde estaba ubicado el viejo piano.

Un día, cuando estaba estudiando, apareció Dany.  Fue al salón-comedor a tomar su merienda, ya fuera de hora.  Al otro día, nuevamente me saludó atravesando el salón e intercambiamos algunas palabras, estuvo un rato mirando como tocaba.

Se notaba que a toda costa quería entablar conversación conmigo, pero a mí no me interesaba él ni lo que quería decirme.  Ultimamente iba a tomar su café con leche cuando ya todos lo habían hecho y con seguridad esto era un excusa para intentar platicar conmigo.  Más tarde supe efectívamente que era así.

En una de esas ocasiones se atrevió a hablarme: 

- ¿Sabes?, me gusta oír como tocas el piano. 

- No estoy tocando ninguna melodía, es obvio que no entiendes de música. Sólo hago ejercicios - le repliqué secamente.

Después de este episodio, Dany ya no volvió a tomar su café fuera de hora y yo pude practicar tranquilamente mis ejercicios.

El médico que me atendía me aconsejó operarme de las amígdalas, porque últimamente me molestaban demasiado e inclusive tuve mucha fiebre por su causa.  Sin decirle nada a mi prima Nina, decidí fijar la fecha para someterme a la intervención.

La operación fue muy sencilla y según el médico todo salió bien.  Incluso, me dijo, que en lo sucesivo mi voz sería más clara.  La historia que quiero contar tiene mucho que ver con este suceso, pues creo que todo comenzó desde ese momento:

Era una magnífica noche de invierno, la luna flotaba en el ancho cielo contemplando la tierra; el viento movía lentamente las ramas de los árboles. Yo observaba las estrellas.  El silencio reinaba fuera y dentro de lo que se podía llamar nuestro hogar.  Hacía apenas unas horas que me habían extraído las amígdalas.

Casi todas mis amistades se habían ido a un concierto que se realizaba en el cine de la pequeña localidad de Bad Vörishofen, aunque algunas se ofrecieron para quedarse conmigo y por supuesto Nina aunque no era necesario, según les expliqué.  Además, estaban las enfermeras y las monjas cerca de mí, por si se presentaba cualquier eventualidad.

Sólo tenía un pequeño problema: el médico me recomendó no hablar, así que me armé de un lápiz y hojas para escribir y también aproveché la oportunidad para leer.

El silencio me envolvía y ni el menor ruido llegaba a mis oídos, cuando de pronto escuché que alguien golpeaba la puerta que estaba semiabierta.  A simple vista no me di cuenta de quién se trataba, pero luego vi que era Dany, el muchacho más atractivo de todos, según las chicas.

- Con permiso, supe que te habían operado de las amígdalas.  No me contestes, la enfermera ya me dijo que no debes hablar.  No fui al concierto porque yo lo escuché la semana pasada en Munich.  Decidí entonces hacerte compañía hasta que vuelvan los otros, pero si no te agrada, me iré.

¡Lo único que me faltaba, escucharlo sin poder contestar!  "Se le presentó la primera oportunidad de estar cerca de mí y la aprovechó", pensé.  Aunque yo sentía cierto recelo hacia él, porque me parecía que se sentía superior a los otros jóvenes, no tenía realmente nada en su contra.

Le contesté por escrito que podía quedarse un rato y una gran alegría se reflejó en su rostro.

- Te estoy agradecido.

Cuanto más pensaba, más incomprensible se me hacía aquella actitud.

- Estoy seguro de que tienes un concepto errado de mí, pero no se debe juzgar a una persona sin conocerla bien - se quejó Dany.

Sorprendida, permanecí un momento pensativa.  No podía creer que el muchacho por el que las chicas suspiraban hubiese venido a hacerme compañía a mí, sin que antes yo le hubiera dado oportunidad de acercárseme.

- Quisiera que me conocieses tal como soy realmente.  Ari siempre me habla de ti, despertó poderosamente mi curiosidad diciéndome que tú eres una chica diferente a las que conocemos.  Últimamente te he estado observando y me doy cuenta de que tiene razón.  No quisiera que tengas una opinión equivocada de mí.

Sus palabras me habían sorprendido.  Me contó de su familia, de su hermanita asesinada por los nazis, luego me habló de sus difíciles años en la guerra.

- Quedé solo en el mundo.  Ahora que sé que todos mis familiares fueron asesinados por los nazis, lo único que puedo hacer por ellos y por mi dolor es elevar una plegaria a Dios, y aunque en mi interior me rebelo, sé que no debo pedirle explicaciones.

Lo comprendía, se notaba que lo torturaban sin remedio aquellos recuerdos.  Hablaba de sus días más negros durante su estadía en Auschwitz.  Una extensa y dramátíca historia.  Yo miraba y escuchaba con gran interés. De pronto, me preguntó:

- ¿Cómo te sientes? Tal vez te perturba escuchar mis historias.

Le contesté por escrito que no me molestaba y que me interesaba mucho saber cómo se había salvado de la guerra.

Mientras tanto, la enfermera trajo agua y algunos medicamentos.  Yo seguía observándolo con más atención.  ¿Era ese el muchacho creído por el que las chicas estaban locas? Me daba la impresión de que se trataba de otra persona.  Él permanecía todo el tiempo serio, con un rostro desconocido que cada vez se tornaba más sombrío.  Me contó que había trabajado en las cámaras de gas en el campo de concentración de Auschwitz arreglando paredes, haciendo "artesanía".

La gente estaba condenada a morir en las cámaras y por desesperación arañaba las paredes.  Después de que otros prisioneros las vaciaban, él y otro tenían que arreglarlas para que no se notara que allí habían sido asesinados seres humanos, en especial cuando venía personal de la Cruz Roja Internacional y realizaba inspecciones.

Además, hacían estas reparaciones para que la gente que llegaba en los nuevos transportes no notara nada y entrara dócilmente a lo que ellos pensaban eran duchas.  Los nazis no querían testigos por mucho tiempo, por tanto, quienes reparaban las paredes también corrían la misma suerte.

Pero él fue de los últimos que lo hicieron y los nazis no tuvieron tiempo de sacrificarlos, porque tuvieron que escapar.  De esta manera tuvo la increíble suerte de sobrevivir y contar cómo realmente ocurrieron los hechos.

Reflejaba gran tristeza en su rostro. Repentinamente cambió de tema.  Su actitud tan diferente a la que yo conocía, me hizo reflexionar. "Puede ser que me haya equivocado, tal vez mañana será el mismo arrogante de siempre, no sé ..."  Le escribí que le agradecía la gentileza de hacerme compañía.

- Sí, ya me voy - me contestó, despidiéndose.

Sus recuerdos arrastraron los míos.  Todavía no comprendo por qué los Aliados, que sabían bombardear continuamente las ciudades alemanas y otros objetivos importantes hasta hacer arder el asfalto, no destruyeron también los crematorios y las cámaras de gas.

Tampoco entiendo cómo los Aliados no vieron desde sus aviones tantos campos de concentración.  Alemanía, Polonia y otros países estaban sembrados de esos campos-braseros.  ¿Cómo fue posible no vernos, si nosotros los vimos pasar a ellos?

Estábamos ansiosos de que nos tiraran bombas.  No nos importaba morir, porqué así les tocaría también a nuestros guardianes, los tiranos nazis.  Aún ignoro por qué los Aliados no bombardearon por lo menos las vías férreas, para que los nazis no pudieran deportar tan fácilmente a miles de personas a los campos de concentración.

Los trenes iban directamente y sin escalas desde los ghettos a los campos de concentración.  ¿Cuántas vidas se hubiesen salvado de haber sido destruidas aquellas vías?  Pienso que fue un gran error histórico.

Ya era cerca de mediodía cuando desperté, y aunque estábamos en invierno el día se tornaba claro.  Nevaba constantemente y parecía que el suelo estaba cubierto por una sábana blanca que se extendía por todo el universo.  Aún me sentía débil, sin ánimo, pero poco a poco volví a recuperar mi estado normal.

Me acordé de cada palabra pronunciada por Dany; largo tiempo permanecí pensando en su historia. Luego vinieron mis amistades a visitarme, contándome todo lo referente al concierto, y asegurándome que los mismos músicos repetirían dentro de poco el programa al cual ya podría asistir.

Ari me llevó flores y se quedó toda la tarde charlando.  Nina compartía la pieza conmigo, pero él casi no la saludaba, creo que ni la veía.  Yo apreciaba mucho a Ari y le tenía cariño, pero como a un hermano.

Con seguridad, Dany no le había mencionado su visita de la noche anterior, porque no me lo comentó.  Más tarde nuevamente apareció Dany.

- Buenas tardes, ¿cómo te sientes hoy?

Yo todavía me comunicaba a través de papel y lápiz.  Esta vez Dany me contó historias fantásticas de los libros y películas que él había visto últimamente, me hizo reír y así pasó varias horas conmigo y con mi prima, hasta que nuevamente apareció Ari.

Muy sorprendido ante la presencia de su íntimo amigo, le dijo:

- Lo que menos esperaba era encontrarte aquí.  Nos conocemos demasiado, somos muy amigos o por lo menos eso creo.  No me vengas a decir a mí que esto es una visita de cortesía.  Es una excusa muy oportuna.  Me decepciona profundamente que no me hayas comentado que conocías a Ana.  Pensé que nuestra amistad era más sólida.

- Bueno, no creo que sea tan grave que la visite, ya que la acaban de operar. ¿No crees?  Mi prima se dio cuenta de la situación y para pulir un poco las asperezas ofreció:

- ¿Quieren tomar un té o un café?

Después de varios días me sentía bien y contenta porque ya podía hablar. Dany seguía comportándose de forma diferente.  No volvió a ser como antes, sino igual a la noche en que fue a hacerme compañía, hasta hablaba diferente.

Yo me había equivocado pensando que volvería a ser arrogante.  Ni sombra de la ironía que él siempre demostraba.  Era inteligente e interesante, nunca nadie se podía aburrir con él y en cuanto a su atractivo, le sobraba.

Un día nos reunimos todos y hablamos de nuestro futuro.  Cada uno contaba sus proyectos.  Ya todos sabían que yo iría a Sudamérica, a Uruguay, que tenía un hermano que también tuvo la suerte de sobrevivir el Holocausto, y además mis tíos me estaban esperando con los brazos abiertos.

Todos sabían que Ari estaba loco por mí y que yo no le correspondía.  Traté de no involucrarme con nadie, pues pronto dejaría ese lugar.  A Dany ya no se le veía salir con ninguna chica.  Cierto día me preguntó cuándo pensaba dejar Alemania, a lo que le expliqué que estaba esperando el permiso del gobierno uruguayo.

El expresó su deseo de que ojalá demorara mucho, pero pasó lo contrario. Un día Dany me llevó un sobre que contenía el documento con el permiso para poder viajar a Uruguay.  Con la cabeza apoyada en la silla, rezongó:

- ¿Te vas a ir de verdad?  ¿Por qué tuve que ser yo el que te trajera el permiso para viajar?  ¿Por qué no me habré roto las piernas al subir la escalera y así no te hubieras enterado de nada?

- ¿Por qué hablas así? Tarde o temprano lo hubiera sabido.

- Lo que dices es verdad, pero me destrozó el corazón.  No me imagino que ya no te veré más.  ¡Si supieras qué bien me siento contigo!

- ¿Por qué hablas de esta manera?  Todos saben que me voy a ir pronto, inclusive, ¿quién te dice que tal vez algún día no nos volvamos a ver? Además, entre nosotros no hay nada.  En este grupo somos principalmente amigos y hermanos - le repliqué, tratando de frenar la situación.

- Si, pero el corazón no razona de esa manera.  Al principio me acerqué a ti por orgullo.  No podía concebir que una chica no tuviese el más mínimo interés en buscarme, ni siquiera después de que yo intenté acercarme. Luego fue curiosidad.  Realmente quería saber cómo era esa chica tan especial de quien Ari me hablaba siempre y hacía tantos elogios.

- No soy nada especial, soy como todas.  Simplemente no es mi costumbre seguir la corriente y hacer lo que los demás.  Inclusive me parecía que eras un chico superficial y por eso estaba tan distante.  Por supuesto que después comprendí que estaba equivocada.

El continuó como si no hubiese escuchado mi comentario:

- Luego empecé a quedar envuelto, cada vez más interesado y comprendí por qué siempre te hallabas rodeada de grupos de gente.  Al principio estaba seguro que era por el canto, que casi siempre atrae a las personas. Me gustó tu forma de hablar y así poco a poco se fueron sumando otras cosas.  En fin, no sé, eres diferente.

Cuando se fue, con mucho esfuerzo pude sobreponerme y llegar a retener mis lágrimas.  Sentía que algo pasaba en mi interior.  Al día siguiente, Dany tenía la cara pálida como si no hubiera dormido.  Él quería seguir diciéndome lo que sentía, pero no le permití que se atormentara y tampoco quería ver tanta tristeza en sus ojos.

Comencé a hablar de otro tema para suavizar la cosa.  En realidad Dany nunca me expresó su amor, sólo se insinuaba.  Él sabía que el trato era ser amigos y no hablar de amor.

...

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